Bienaventurados los que miran a la Mare de Déu dels Desamparats.

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Carta semanal del Sr. Arzobispo.

¡Qué sería Valencia sin la referencia y sin la identidad que le da la Mare de Déu! En estos días tiene un protagonismo especial la Mare de Déu en todas nuestras vidas. Todas nuestras miradas están dirigidas hacia Ella. Por ello, he creído conveniente dirigiros unas palabras subrayando aspectos de su vida para que sea Ella misma la que nos hable a todos nosotros y que todos encontremos en su vida una respuesta a nuestra propia vida.

Recordamos con un cariño especial a la Madre de Dios, la Theotókos, la Madre del Rey que gobierna cielo y tierra por los siglos de los siglos. Nos detenemos ante Ella para contemplar con gozo a la mujer que dijo un “sí” a Dios que puso otra dirección a los hombres. Situémonos en aquel momento: “El ángel le dijo: No temas, María, porque has encontrado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús… María respondió al ángel: ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón? El ángel le respondió: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios… Dijo María: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 30-38).

¡Qué experiencia más profunda da contemplar el “sí” de María a Dios! Santa María, que vive del amor de Dios, ha experimentado en su propia vida ese mismo amor. Y lo experimenta de una manera radical el día en que Dios se dirige a Ella, para pedirle que preste la vida para dar rostro a Dios en esta historia. ¡Qué maravilla! El amor de Dios, que se entregó a sí mismo por nosotros ofreciéndose a nosotros, es el que le da a la Virgen María la libertad interior para “perder” su vida y regalársela enteramente a Dios. Ahí encontró de este modo la vida verdadera. La participación en este amor dio a María la fuerza para su “sí” sin reservas.

¡Qué explosión de alegría! Ante el amor respetuoso y delicado de Dios que para la realización de su proyecto de salvación espera la colaboración libre de su criatura, la Virgen María superó toda vacilación y, con vistas a ese proyecto grande e inaudito, se puso confiadamente en sus manos. ¡Qué motivación más profunda nos ofrece a nuestras vidas para ponerlas al servicio del proyecto de Dios sobre los hombres! Tengamos la valentía para hacerlo con todas las consecuencias.

Cuando contemplamos a la Mare de Déu, dando la vida de esta manera para que Dios mismo tomase rostro en esta historia, descubrimos la gran invitación que nos está haciendo a cada uno de nosotros para hacer lo mismo. Entremos en la “escuela de María” y como Ella digamos un “sí” con todas nuestras fuerzas a Dios. Este mundo necesita de hombres y mujeres que digan a Dios “hágase en mí según tu Palabra”.

Al observar a María en el misterio de la Encarnación, no estamos contemplando una idea abstracta, sino un misterio y un acontecimiento histórico: Jesucristo, persona divina, va a nacer de la Virgen María, la cual es en sentido más pleno su Madre. Cuando observamos nuestra vida desde este misterio, el Señor nos está pidiendo que, al igual que su Madre, y dando la mano a su Madre, también nosotros prestemos nuestra vida para que todos los hombres reconozcan el rostro de Dios.

La imagen de la Mare de Déu dels Desamparats me causa una profunda impresión, como estoy seguro que os pasa a todos vosotros. Me atrae la atención por esa posición en la que está, parece que su gran preocupación y ocupación es mirarnos a todos nosotros. Y es que, como cantamos en el himno de la coronación, “pareix qu’esta envoltada de magic resplandor”. Y es que desde que el Señor le dijo “ahí tienes a tu hijo”, Ella no deja de mirarnos. Dejemos por unos momentos que nos mire y os invito a que todos sintamos la bienaventuranza de esa mirada:

1. Bienaventurados todos los hombres que se sienten mirados por la Mare de Déu, pues perciben de una manera especial lo que nos dice el Señor en el libro del Apocalipsis: “he aquí que hago nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5). Y descubren que no hay humanidad nueva si es que no hay en primer lugar hombres nuevos, con la novedad del bautismo y de la vida según el Evangelio (cf. Ef 4, 23-24).

2. Bienaventurados los que en todas las circunstancias de su vida, en la alegría o en la tristeza, en la salud o en la enfermedad, sienten la mirada maternal de María que viene en su ayuda siempre.

3. Bienaventurados todos los hombres que se sienten mirados por la Mare de Déu, porque sienten la urgencia de transformar esta humanidad con la fuerza del Evangelio: criterios de juicio, valores determinantes, puntos de interés, líneas de pensamiento, fuentes inspiradoras, modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la Palabra de Dios.

4. Bienaventurados todos los hombres que se sienten mirados por la Mare de Déu y ven que nos está llamando con insistencia para que sigamos las huellas de su Hijo Jesucristo y anunciemos el Evangelio en nuestro mundo, de tal manera que no sea una especie de barniz superficial el que tomamos siempre a la persona humana como punto de partida en todo lo que es y sus relaciones con otras personas y con Dios. Como nos ha dicho el Papa Benedicto XVI: “el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad: pues el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social” (Caritas in veritate, 25).

5. Bienaventurados todos los hombres que se sienten mirados por la Mare de Déu y descubren que como cristianos tienen que provocar estas preguntas para cuantos les ven: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esta manera? ¿Quién es el que les inspira? ¿Por qué están con nosotros?

6. Bienaventurados todos los hombres que se sienten mirados por la Mare de Déu y descubren que su programa de vida es el de ser buen Samaritano, es decir, tener el programa de Jesús, “un corazón que ve”, que ve dónde, cómo y cuándo se necesita amor y actúa en consecuencia.

7. Bienaventurados todos los hombres que se sienten mirados por la Mare de Déu y descubren que hay que dar esperanza a este mundo, y que una manera singular de darla es ser hombres y mujeres como María, de diálogo íntimo con Dios. Pues la oración es escuela de esperanza, todo lo esperamos de Dios.

8. Bienaventurados todos los hombres que se sienten mirados por la Mare de Déu y descubren que sin Dios el ser humano no sabe dónde ir ni tampoco logra entender quién es.
9. Bienaventurados todos los hombres que se sienten mirados por la Mare de Déu y deciden, fiándose enteramente de Dios, decir “sí” al proyecto de hombre y de salvación que Él nos ha revelado en su Hijo Jesucristo.

Os invito a que en estas fechas tan señaladas acudáis a mirar a la Mare de Déu con vuestros hijos, con vuestros padres, con las personas que queréis. Miradla y sentíos bienaventurados bajo la mirada protectora de la Mare de tots els valencians.
Con gran afecto, os bendice

+ Carlos, Arzobispo de Valencia

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