Texto íntegro de la homilía del Sr. Arzobispo durante la missa d'Infants.

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Queridos hermanos en el Episcopado, muchos de vosotros hijos de esta Iglesia particular de Valencia; Consejo Episcopal; Excmo. Cabildo Catedral y Clero de la Basílica; Queridos hermanos sacerdotes, diáconos y seminaristas; Molt Honorable President y Consellers; Excma. Sra. Alcaldesa y Corporación Municipal; Dignísimas autoridades judiciales, militares y académicas; Fallera Mayor Infantil y Corte de Honor; Escolanía De la Virgen; saludo también a aquellos que nos seguís desde la televisión o la radio, especialmente a las personas enfermas y ancianas que no pueden salir de casa. Hermanos y hermanas:

Ha passat un any des de que per primera vegada vaig celebrar la festa de la Mare de Déu dels Desamparats, i ja en aquell moment em va impressionar l'afecte i l'amor que manifestàveu a la Mare de Déu. Però en este any intens de relació com a pastor en esta volguda Diòcesis de València, on en tantes ocasions vos he pogut acompanyar en la basílica de la Mare de Déu i en diferents llocs i festes, he pogut comprovar encara més el que significa en la vostra vida eixe diàleg del Senyor amb María i l'apòstol Joan: “Dona, ací tens el teu fill” i fill “ací tens ta mare”. Quina meravella!!! Com heu incorporat a la vostra vida la relació amb María!!! Quina intensitat i quina profunditat aconseguida en cada una de les vostres vides!!! És tan profunda que és molt difícil separar-vos de la Mare de Déu. Si algú vos vol conèixer de veritat ha d'unir-vos a Ella, perquè heu fet realitat en la vostra vida el que va fer des del principi l'apòstol Joan: “des d'aquella hora el deixeble la va rebre en sa casa”.

Si, así es. Habéis recibido en vuestra vida a la Virgen María, a la Madre de Dios. La habéis recibido como Madre nuestra. Es más, eso de que “desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa”, tiene un significado muy hondo, quiere decir que María forma parte de nuestra vida. Sí, es parte de vuestra existencia. ¿No es esto lo que está significando esta manifestación que hoy hacéis todos los valencianos? Lo que uno ve con sus propios ojos, no es algo inventado, es lo que es. Y lo que es, es que la habéis recibido en vuestra vida con todas las consecuencias. Quizá en griego se puede traducir más perfectamente eso de que “la recibió en su casa”, pues se dice así: “la recibió entre sus cosas propias”, es decir, entre sus bienes, como propiedad suya. En este sentido, María se convierte en una riqueza, en una herencia preciosa del discípulo. Lo cual quiere decir que es mucho más que una hospitalidad lo que le dais a la Madre; más bien es una riqueza que nosotros sus discípulos recibimos, justamente para realizarnos como auténticos discípulos de Cristo.

Qué bendición más grande tiene la Iglesia en Valencia al recibir de esta manera tan singular a la Virgen Santísima, haciendo de esta acogida un signo de amor maternal expresado de múltiples maneras: Hoy Valencia expresa esta acogida en los cientos y cientos de hijos devotos que han acudido a la ciudad peregrinando para participar en esta fiesta; lo expresa a través de los cantos, piropos y poesías; lo expresará dentro de un momento cuando su imagen bendita salga para ser trasladada a la Seu entre un mar de gente enfervorizada, lo expresará entre lágrimas y aplausos, con esa forma tan peculiar de dirigirse a la Virgen Santísima como si fuera una más de nuestra tierra, pero desde la certeza que es la Madre del Salvador, lo expresará engalanando las calles y alfombrándolas de pétalos de rosa al paso de la procesión… ¡Valencia qué grande eres y que auténtica te manifiestas cuando abres tu corazón a la Virgen!

Y si nosotros recibimos a María, podríamos preguntarnos, ¿qué riquezas nos aporta Ella? La Palabra de Dios que hemos proclamado nos señala algunas que son especialmente importantes y que yo en este día os quiero recordar con especial insistencia:

I) En primer lugar a la Mare de Déu, podemos llamarla como nos dice el libro del Apocalipsis: “Ésta es la morada de Dios con los hombres”. Si, fue la primera morada del Dios, aquí en este mundo, en el que se hizo Hombre entre nosotros. Desde los primeros siglos a la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, está unida una veneración particular a su Madre, la Mujer en cuyo seno asumió la naturaleza humana, compartiendo incluso el latido de su corazón.

Qué maravilla si nosotros somos capaces de unir nuestro corazón al latido del corazón de María, porque en ese latido de corazón de Madre, que hace palpitar y latir nuestro corazón, comprendemos y vivimos la esperanza en las promesas hechas por Dios mediante la nueva alianza en Jesucristo; acogemos el amor de Dios hacia nosotros y le respondemos; vivimos el amor fraterno con todos los hombres con los que nos encontremos en nuestro camino, un amor fraterno que, por descender de Dios mismo, se hace donación, perdón, renuncia, ayuda al hermano; buscamos siempre el bien que elimina hambres, injusticias, discriminaciones, que va siempre orientado hacia la verdad y el bien del otro. ¡Qué belleza adquiere la vida humana, cuando nuestro corazón late con la fuerza que el corazón de nuestra Madre pone en nuestras vidas!

II) En un segundo lugar la Mare de Déu nos enseña a vivir siempre animados por la caridad, con esa capacidad como nos decía el Apóstol San Pablo en la carta a los Romanos, para aborrecer lo malo y apegarnos a lo bueno, para vivir en el esperanza siempre que es la que nos mantiene en la alegría que viene del Señor. ¿Qué impulsó a María a aceptar ser Madre de Dios y Madre nuestra? ¿Qué la llevó a olvidarse de sí misma para ponerse en manos de Dios, para pasar los primeros meses de su embarazo al servicio de su prima Isabel, para unirse al ofrecimiento de la vida a su Hijo en la Cruz por la salvación de todos los hombres? La respuesta está escrita en un Salmo: “Corro por el camino de tus mandamientos (Señor), pues tú mi corazón dilatas” (Salmo 118, 32). ¡Qué hondura tiene la vida de nuestra Madre! El Espíritu Santo que hizo presente al Hijo de Dios en la carne de María, ensanchó su corazón hasta la dimensión del de Dios y la impulsó por la senda de la caridad. El mismo Espíritu Santo que descendió sobre la Virgen e hizo que el poder del Altísimo la cubriese con su sombra, hizo también posible que se levantase y se pusiera al servicio de todos los hombres: de su prima Isabel, de quienes asistían a las bodas de Caná, de los discípulos del Señor, de todos nosotros. Después del sí que dio María a Dios, Jesús acababa de formarse en el seno de María, pero su Espíritu ya había llenado su corazón, de forma que la Madre ya empieza a seguir a su Hijo. Es Jesús mismo quien desde el principio de su presencia en el seno de María, la impulsa y la infunde el ímpetu generoso de salir al encuentro del prójimo que tiene necesidad, le da valor para no anteponer sus legítimas exigencias, las dificultades y los peligros para su vida. Es Jesús quien la ayuda a superar todo, dejándose guiar por la fe que actúa por la caridad. Todo gesto de amor genuino de María, contiene en sí un destello del misterio infinito de Dios: la mirada de atención al hermano, estar cerca de él, compartir su necesidad, curar sus heridas, responsabilizarse de su futuro, todo, hasta los más mínimos detalles, se hace teologal cuando está animado por el Espíritu de Cristo.

Ojalá que también nosotros sepamos como María tener esa mirada misericordiosa para saber reconocer las necesidades y problemas de nuestros hermanos. Mirad, estoy convencido de que muchas realidades de sufrimiento y dolor, que he apuntado en las palabras de antes, se hacen presente en medio de esta plaza, en la vida cotidiana de muchos de vosotros. Seguro que hay situaciones de precariedad económica, de angustia por no llegar a fin de mes, de temor ante perdidas de trabajo… Y seguro que no sólo hay dolor por problemas económicos. También aparecen las injusticias y lacras de la vida, los problemas de violencia y amenaza, aquellos otros que son esclavos del alcohol y las drogas, los que padecen enfermedad, los que viven apartados en las residencias,…, y así podríamos nombrar innumerable casos y circunstancias. Ante todo este panorama no podemos cerrar los ojos. Tampoco podemos quedarnos con los brazos cruzados con un espíritu pesimista. Hoy la Iglesia nos anima a todos a tener la misma mirada de la Virgen santísima; Por eso hoy, en este marco entrañable de la Misa d’Infants, en nombre de Jesucristo me atrevo a deciros: No tengáis miedo, no os dejéis llevar por el desanimo, no perdáis nunca la esperanza. Sed testigos del amor de Dios y dadlo a conocer a todos los hombres. Y en todos los momentos de vuestra vida, incluso en los momentos difíciles y preocupantes, experimentad el consuelo protector de la Mare de Déu y tened la certeza absoluta de que Ella os acompaña, y con Ella toda la Iglesia, e intercede por vosotros.

Que María nos obtenga el don de saber amar como Ella supo amar. A María, a la Mare de Déu dels Desamparats, encomendamos que nos de un corazón así, precisamente en estos momentos en los que nuestro mundo vive serias dificultades en el orden económico y social y que tiene repercusiones importantes entre nosotros. Con María tenemos que decir utilizando palabras del Papa Benedicto XVI, que el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad. Hermanos: ¡creedme!, no hay desarrollo verdadero sin este respeto a la persona que pasa por darle todo lo que necesita para vivir la dignidad que Dios le ha dado. En este sentido, la apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo. María nos enseña que solamente Dios es el garante del verdadero desarrollo del hombre, creado a su imagen; sólo Dios funda su dignidad trascendente y alimenta su anhelo constitutivo de ser más.

Dentro de unos momentos el mismo Dios que nos ama de esta manera y que dijo al pie de la Cruz: “ahí tienes a tu hijo” y “ahí tienes a tu Madre”, se va a hacer presente realmente en el misterio de la Eucaristía. Acojámosle como lo hizo la Virgen María. Dejémonos guiar por Él como lo hizo la Santísima Virgen María.
Permeteu-me que finalitze l'homilia d'esta bella celebració dirigint-me a María amb esta súplica feta oració i permeteu-me que ho faça en la vostra dolça llengua:

Mare de Déu dels Desamparats,
hui amb alegria i admiració ens unim tots els valencians
al teu cant del Magníficat, que és un cant d'amor agraït.

Mare de Déu dels Desamparats,
amb tu donem gràcies a Déu, perquè ens ha cridat a la missió,
s'ha fiat de nosaltres i cridant-nos pel nostre nom ens envia
a regalar l'amor del teu Fill Jesucrist a tots els hòmens.
El farem amb la teua ajuda de Mare, vivint en santedat
i en veritat, units fraternalment a tots els hòmens,
sabent que el teu Fill desitja que en este món
visca la gran família dels fills de Déu.

Mare de Déu dels Desamparats,
ompli els nostres cors de fe, esperança, amor,
d'alegria i entusiasme per a fer un món
com el que el teu Fill vol
i establir relacions entre els hòmens segons el seu Cor.

Mare de Déu dels Desamparats
ensenya'ns a ser humils i magnànims com tu,
a tindre la teua disponibilitat per al servici de Déu
i de tots els hòmens,
obri tots els nostres sentits davant
de les necessitats dels hòmens,
ajuda'ns en totes les nostres necessitats,
intercedix per les famílies
perquè siguen santuari de la vida i de l'amor,
pels ancians i malalts que veuen les seues limitacions,
pels xiquets que s'obrin a la vida,
pels jóvens perquè tinguen projectes amb els ideals del teu Fill,
pels hòmens i dones que han consagrat la seua vida,
pels sacerdots que representen al teu Fill Jesucrist

Mare de Déu dels Desamparats,
fes-nos valents per a afrontar qualsevol obstacle que ens trobem i que sempre contribuïm amb la teua ajuda
a establir sobre esta terra
la civilització de la veritat i de l'amor. AMEN

Vixca la Reina del cel i la terra!
Vixca la Verge dels Desamparats!
Vixca la Patrona de Valencia!
Valencians, tots a una veu: VIXCA LA MARE DE DÉU!

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